Cada ser humano es su propio hipnotizador.
Todos nos inducimos a sentir en abstracto, tratando de convencernos de lo que no nos consta. Imaginamos lo que deseamos para así enamorarnos de fantasmas y quimeras que disfrutan revolotear cerca del plexo solar, de lo que dogmáticamente nos transporta a donde no estamos, de lo que preferiríamos que fuera mas no es, en fin…
Luego despertamos, al tronar de los dedos de las realidades déspotas, y nos negamos a aceptar las cosas como son. Nos parece tan brusco que nos pellizquen para hacernos caer en cuenta de los hechos visibles que nos condicionamos a ignorar las bofetadas que nos profieren la sabiduría y la experiencia.
Dicen por ahí que sarna, con gusto, no pica y yo agrego: que ante semejante propensión a perseguir espejismos urticantes, resulta inútil hasta el Caladril mental de los consejos bien intencionados.
A la gente hay que dejarla que se e’plote.